El 11 de enero iniciábamos en Madrid una aventura conjunta que nos ha permitido conocer más de cerca uno de esos lugares que uno tiene en mente desde el mismo momento en el que aparece en redes la publicación de Suso Santamaría, señor de A Pousada da Galiza Imaxinaria (A Pousada das Animas, anteriormente), en la que hacía pública una iniciativa para honrar a Javier Krahe con una estatua. Dicha estatua se emplazaría en la acera del local al lado de la puerta de entrada. Tras un duro trabajo para montar un crowfunding, se consiguió el dinero y Boiro disfruta de la figura de Krahe, sentado en la puerta al lado de una mesa con un tablero de ajedrez. Impresiona.
Nuestra peregrinación comienza la noche del viernes, en la que nos subimos al escueto escenario del Rincón del Arte Nuevo frente a un público conocido y entusiasta que pudo atender a nuestros respectivos repertorios de forma íntima y minimalista. Como nota negativa, decir que mi guitarra besó el suelo con violencia y -aunque no había daños visibles- no conocí el alcance del golpe hasta el día siguiente.
Sin casi tiempo a recuperarnos, partimos a la mañana siguiente hacia el Atlántico, con previsión de frío y algo de hielo en la carretera. De camino, lo típico: Ferretería Ferrari en Villacastín, el Valle de los Caídos, montaditos de jamón en Rueda y -tras más de siete horas- llegamos finalmente a Boiro.
En la prueba de sonido me percaté que la entrada del jack de mi guitarra estaba partida y el conector se sujetaba por los cables. Pánico. Con un poco de cinta aislante resolví el problema y ya pude empezar.
Desgrané lo más interesante de mi escueto repertorio con la sensación de que el público se lo había pasado tan bien como yo. Maleso encantó a la audiencia con un repertorio compuesto -en su mayoría- por canciones de su último álbum, "Bendita Miopía" y me invitó a subir al escenario a cantar "A trompicones" y luego hicimos una versión de "Los Caminos del Señor", de Javier Krahe.
Tan pronto estuvimos de vuelta al día siguiente, yo ya estaba deseando volver a tocar en Boiro. Nunca me habían tratado tan bien.
Vicente Delhom
(Foto: Glauka Fernandez)
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